La búsqueda es el encuentro

La búsqueda es el encuentro. Si nos movemos hacia la búsqueda posponemos el encuentro, pero al mirarlo cara a cara ya estamos en él. En todo hecho espiritual ocurre esto, tiempo y espacio desaparecen y todo se desprende en la inmediatez. La velocidad de la luz al cuadrado se queda incluso corta para definir esta inmediatez. Por eso se dice que “el buscador es lo buscado”, la búsqueda es el hecho completo sin necesidad de proyección, es la realidad clara que podemos presenciar. No hay objetivo ni meta en el ser que se vive intensamente, constantemente. La plenitud es vivida en su esplendor. La búsqueda está aquí, en el mismo sentir del ser que se busca, en la atención plena al hecho vital. La pregunta “¿Quién soy?” conlleva una sensibilidad intrínseca hacia el hecho vital.

Tras cada palabra, tras cada pregunta queda un silencio. Es el pensamiento el que desea responder y romper ese silencio imaginando una realidad paralela llamada lenguaje. Pero tras cada pensamiento también hay un silencio. Justo tras la pregunta, palabra y pensamiento enmudecen por un instante: pues reside ahí la energía que los enciende. Esa es la vacuidad primordial de todo proceso: el ahora al que adentrarnos para ir hacia dentro, para revelar al ser desde su desnuda identidad, desde su incognoscible realidad, siempre presente aunque no la notemos. Al darnos cuenta del pensamiento éste se detiene y eso nos devuelve al presente, desde el reconocimiento del pensar (la observación) a la quietud observante. Podemos entrar en ese estado sin estado, y en verdad no hay que entrar porque supone la presencia misma. Podemos acceder a esa búsqueda sin buscador, donde solamente lo buscado sin nombre se nos presenta; y he ahí que todo ya es encuentro pleno.

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